Más Productividad Más Felicidad – Esto es lo que impide tenerlas
La revolución digital nos prometió más productividad, más felicidad. Lo cierto es que ha traído consigo una transformación radical en la forma en que vivimos nuestras vidas. En ciertos aspectos esta revolución ha sido positiva en otros, no tanto. Una reflexión en este episodio.
Más Productividad Más Felicidad: La Economía de la Atención nos las quitan
Desde la llegada de la escena hacker en Madrid en la década de los noventa hasta la actualidad, la periodista Marta Peirano ha estado observando atentamente la evolución tecnológica.
En su último libro, «El enemigo conoce el sistema», Peirano destapa los oscuros secretos detrás de lo que ella llama «la economía de la atención». Este término describe cómo las grandes corporaciones tecnológicas han secuestrado nuestra voluntad, nuestras horas de sueño y nuestras vidas sociales en busca de ganancias.
La economía de la atención se basa en el concepto de capitalismo de vigilancia, donde las empresas obtienen beneficios al captar nuestra atención. Esto se logra a través de la instalación de sus aplicaciones en nuestros dispositivos, como teléfonos inteligentes, televisores inteligentes y altavoces inteligentes.
Cuanto más tiempo pasamos utilizando estas aplicaciones, más datos generamos, lo que se traduce en mayores ganancias para estas empresas.
Un ejemplo de esto es Netflix, que utiliza su propio sistema de vigilancia para saber cuánto tiempo pasamos viendo una serie, cuándo hacemos pausas para ir al baño o cenar, y cuántos episodios somos capaces de ver en una sola sesión. Utilizan estos datos para refinar su interfaz y mantenernos enganchados durante más tiempo.
La adicción a la tecnología se ha convertido en un problema grave. Las aplicaciones están diseñadas para generar adicción utilizando un principio similar al de las tragamonedas: la frecuencia de eventos. Cuanto más eventos inesperados experimentamos en un corto período, más dopamina liberamos y más adictivos se vuelven los dispositivos.
Esta adicción no solo afecta a los adultos, sino también a los niños. Las redes sociales, en particular, actúan como máquinas tragamonedas para ellos, generando una ilusión de aceptación y valoración que se convierte en una fuente constante de dopamina. Los niños se vuelven adictos rápidamente, sin entender por qué puede ser perjudicial.
La economía de la atención es un negocio lucrativo, y las empresas están dispuestas a hacer lo que sea necesario para mantenernos enganchados, mejor dicho: para que no tengamos más productividad, mas libertad.
Lo que más preocupa a Peirano es la aparente facilidad con la que la gente renuncia a sus derechos fundamentales en nombre de la conveniencia. La privacidad se ha convertido en un bien preciado que estamos dispuestos a sacrificar sin pensarlo dos veces. Los gobiernos también aprovechan estas herramientas para controlar a la población y manipular eventos públicos.
La cantidad masiva de datos que se genera diariamente es un tesoro para las empresas y gobiernos. Se utilizan para dirigir anuncios y predecir eventos futuros, lo que puede llevar a la manipulación de la población.
Escucha el cuento completo en este episodio de nuestro podcast.
No es para que renuncies a tu vida digital. Pero al menos te dejará una buena reflexión para que al final de cuentas consigas loe toso queremos: más productividad, mas libertad.
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Estos dos episodios pueden complementar la idea de por que no podemos lograr más productividad mas felicidad si nos dejamos secuestrar por las redes sociales
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Este es el podcast de mil palabras. Episodio 236. Más productividad, más felicidad. Pero algo nos impide tenerlas. Este es el podcast de mil palabras. 2s Un espacio con ideas, historias y conceptos de comunicación efectiva para ser más exitoso en tu empresa, en tu mundo digital, en tu emprendimiento y en tu vida. 3s Con ustedes. Santiago Ríos. Hola ¿qué más? ¿Cómo está la vida que cuentan? Qué bueno que están con nosotros en esta nueva entrega del podcast de Mil palabras de una vez agradezco a John Edison Montoya, quien me acompaña en la producción y publicación de este episodio. Semanalmente presentamos ideas sobre comunicación efectiva para vivir mejor, para trabajar mejor. Bueno, y si pudiéramos resumir esa gran promesa de nuestro podcast en un título para un episodio, es el del día de hoy. Más productividad, más felicidad No necesariamente indica que si tenemos más productividad seamos más felices, pero ayuda bastante, no? De hecho, muchas personas que manejan muy bien el tema de la felicidad, que tienen toda una argumentación científica para explicar cómo se puede ser feliz, afirman que tenemos que ser felices primero para ser exitosos, para trabajar bien, para ser productivos. Así que, en ese orden de ideas, pudiera ser más felicidad, más productividad. Pero también nos funciona más productividad, más felicidad. Pero hay algo que nos impide ser más felices y también nos impide ser más productivos. Ese es el tema en este episodio. 4s Hay algo que creo que estoy concluyendo y podría decir que no es definitivo. Créanme que no tengo ni las certezas ni el conocimiento exacto que rigen a redes sociales como Instagram o TikTok, pero creo que ese cuento de la popularidad en redes sociales tiene que ver en mucha parte del consumo de las mismas. A ver, me explico. Escuchando alguna vez a unos invitados a este podcast hablando sobre cómo posicionarse adecuadamente, cómo construir seguidores, cómo hacer contenidos virales en Instagram y en TikTok, Hay varias formas y maneras de construir el contenido y de hecho, como marca personal, yo he tratado de estar en ambas redes sociales, pero hay algo que estas dos personas me dijeron y era que uno tenía que consumir contenido de estas redes sociales, quedarse bastante tiempo moviendo el dedo para arriba, corriendo los videos de Instagram y de TikTok. Otro de los invitados también nos explicaba que mucha de la popularidad tenía que ver con suerte. Entonces yo estoy llegando a concluir y me excusa por favor, cualquier experto en estas redes sociales. Si aquí estoy diciendo una falacia, pero estoy por creer que para tener éxito en Instagram y en TikTok hay que pasar mucho tiempo en estas redes sociales, hay que perder muchísimo tiempo viendo vídeos de todo tipo. Yo sinceramente creo que desde que se inventó la Internet tenemos una enorme oportunidad para aprender más, para hacer mejor nuestro trabajo, para ser más productivos. Pero también en este afán de las redes sociales por atraparnos, terminamos muchas veces consumiendo contenido basura. A ver si uno se para en Google o en YouTube y busca el tema que le gusta a uno o del cual uno quiere aprender. Un tema que te llena desde lo profesional o desde lo espiritual o lo personal. Ese tipo de temas que te aportan. Y tú sientes que estás creciendo porque estás consumiendo esos contenidos muy bien. Y cuando estás en Google o en YouTube puedes dirigir mucho ese contenido. Decir yo quiero ver esto, quiero ver esto, quiero saber más de este tema específico. Sin embargo, en redes como TikTok especialmente, no importa a quien sigas, porque total, cuando te paras en el home te sale todo tipo de contenidos que no tienen nada que ver con lo que quieres o lo que necesitas y al final de cuentas terminas perdiendo tiempo. Impresionante. Terminas moviendo el dedo y moviéndolo y moviéndolo y cuando te das cuenta 30 minutos han pasado y que te quedan de esos 122 videos que has visto en ese lapso. Prácticamente nada. En serio, piénsalo. Así que yo creo que en muchas situaciones la tecnología se ha convertido en un obstáculo para hacer más productivos, para ser más felices. Voy a compartir un artículo aparecido en BBC que he leído textualmente para un programa que hago en la emisora 95.9 Cámara FM en Medellín y que creo que merece la pena organizarlo y estructurarlo para presentarlo aquí en el podcast de Mil palabras. Yo creo que es un llamado de atención muy interesante que hace la protagonista de esta nota, la periodista española Marta Peirano, en un libro revelador llamado El enemigo conoce el sistema prácticamente ella pone a las redes sociales y al internet como el enemigo. Yo, sinceramente no lo llevo hasta ese punto de ser el enemigo, pero está en cada uno determinar si la tecnología es enemiga o amiga, si nos va a ser más productivos y más felices o, por el contrario, nos va a hacer menos productivos, menos felices. Creo que este contenido que voy a compartir a continuación es muy valioso. Nos invita a reflexionar y a decidir cómo invertimos nuestro tiempo en la tecnología. La nota aparecida en BBC parte de un conversatorio del Festival de Cartagena. Su nombre original es La economía de la atención. Somos menos felices y menos productivos que nunca porque somos adictos. Y me acompaña en la presentación de este podcast una extraordinaria voz. Ella es Laura Laforet, talento de 95.9 Cámara FM. Mil gracias a Laura por su voz. Que ruede el cassette. ¿Te ha llegado Un correo, Un mensaje? ¿Un hechizo? Un paquete. ¿Hay un usuario nuevo? ¿Una noticia nueva? ¿Una herramienta nueva? ¿Alguien ha hecho algo? ¿Ha publicado algo? ¿Ha subido una foto de algo? Ha etiquetado algo. Tiene cinco mensajes, 20 likes, 12 comentarios, ocho retweets. Hay tres personas mirando tu perfil. Cuatro empresas leyendo tu currículum. Dos altavoces inalámbricos rebajados. Tres facturas sin pagar. Las personas a las que sigues están siguiendo esta cuenta. Hablando de este tema. Leyendo este libro. Mirando este vídeo. Llevando esta gorra. Desayunando este bol de yogur con arándanos. Bebiendo este cóctel. Cantando esta canción. Así rapta su cerebro, su voluntad, sus horas de sueño, de amor y de paseo. La economía de la atención de la que habla la periodista española Marta Peirano en su libro Revelador. El enemigo conoce el sistema. Así también sus dueños se enriquecen como cuenta en sus páginas y tienen trabajando a los mejores cerebros del mundo para aumentar las ganancias mientras les entregamos todo. Ella dice El precio de cualquier cosa es la cantidad de vida que ofreces a cambio. Desde los 90 en que descubrió la escena hacker en Madrid hasta hoy. Peirano no ha dejado de mirar la tecnología con ojo agudo, crítico y pensante. Su libro relata desde los inicios libertarios de la revolución digital hasta su temible y potencial dictadura que avanza a pasos agigantados sin que nos demos cuenta. Usted dice que la economía de la atención nos roba horas de sueño, de descanso, de vida social. Cómo lo explicaría la economía de la atención o el capitalismo de vigilancia gana dinero consiguiendo nuestra atención. Es un modelo de negocio que depende de que instalemos sus aplicaciones para tener un puesto de vigilancia en nuestras vidas. Puede ser un Smart TV, un móvil en el bolsillo, un altavoz inteligente, una suscripción a Netflix o a Apple. Y esa economía de la atención o capitalismo de vigilancia quiere que usted la use el mayor tiempo posible porque así está generando datos que los hacen ganar dinero mientras usted más genera, más valioso es su banco de datos. ¿Qué datos se generan? Mientras veo una serie, por ejemplo, Netflix tiene muchos recursos para lograr que en vez de ver un capítulo a la semana, como hacíamos antes, veas toda la temporada en una maratón. ¿Su propio sistema de vigilancia sabe cuánto tiempo pasamos viéndola? ¿Dónde la paramos para irnos al baño o hacernos la cena? ¿Cuántos episodios somos capaces de ver antes de quedarnos dormidos? Eso les ayuda a refinar su interfaz. Si llegamos al capítulo cuatro y nos vamos a la cama, saben que es el punto de desconexión. Entonces llaman a 50 genios para que lo resuelvan y en la siguiente serie nos quedemos hasta el capítulo siete. Los mayores cerebros del mundo trabajan para lograr que perdamos la voluntad. Todas las aplicaciones que existen se basan en lo que hasta ahora era el diseño más adictivo, el de las tragaperras o tragamonedas, que hace que un sistema produzca la mayor cantidad de pequeños acontecimientos inesperados en el menor tiempo posible. En la industria del juego se llama Event Frequency. Cuanto más alta es la frecuencia, más rápido te enganchas, pues es un loop de dopamina. Cada vez que hay un evento te da un chute de dopamina. Cuantos más acontecimientos encajas en una hora, más chutes. Que es lo que te genera adicción. Cada tuit que leo, cada posteo de Facebook que llama mi atención, cada persona de Tinder a la que doy like, es un evento, son eventos. Y en la psicología del condicionamiento existe el condicionamiento de intervalo variable en el que no sabes lo que va a pasar. Abres Twitter y no sabes si vas a retwittear y te vas a convertir en el rey o reina de tu pandilla durante los próximos 20 minutos. El que no sepas si vas a tener premio, castigo o nada hace que te enganches más deprisa. La lógica del mecanismo provoca que sigas intentando para entender el patrón. Y cuanto menos patrón hay, más se atasca tu cerebro y sigue como las ratitas de las cajas de Skinner, que fue quien inventó el condicionamiento de intervalo variable. La rata le da a la palanca de manera obsesiva tanto si sale comida como si no. Qué pasa con los niños que llegan a tener síndrome de abstinencia cuando no están enganchados a Instagram, YouTube, Snapchat, TikTok. Las redes sociales son como máquinas tragaperras que están cuantificadas en forma de likes de corazones de cuánta gente ha visto tu post y genera una adicción especial porque es lo que dice tu comunidad, si te acepta, si te valora, cuando esa aceptación que es completamente ilusoria entra en tu vida, te vuelves adicto o adicta. Porque estamos condicionados para querer encajar en el grupo. Nuestra vida depende de que se nos acepte y se nos valore. ¿Han conseguido cuantificar esa valoración y convertirla en un chute de dopamina? Se enganchan los niños más rápido que nadie. Y no es que no tengan fuerza de voluntad, es que ni siquiera entienden por qué puede ser malo para ellos. No dejamos que nuestros hijos beban gaseosas azucaradas y coman gomitas porque sabemos que el azúcar es dañino, pero les damos pantallas para que se entretengan porque así no tenemos que interactuar con ellos. 5s Ya regresamos después de estos mensajes. Este podcast es presentado por el libro electrónico Cómo crear un podcast desde cero para crecer tus audiencias. Es una guía gratuita en la que Santiago Ríos compila la experiencia de más de 1300 episodios producidos para algunas de las empresas más grandes de Colombia. ¿Cómo crear un podcast desde cero para crecer tus audiencias? Lo encuentras en triple W punto mil palabras punto com punto co. 3s Cuando termines este episodio te invitamos a escuchar en Spotify el podcast Somos canciones, una conversación con gente que sabe de música y ama la música, artistas, canciones, géneros y conciertos que recomiendan nuestros invitados. Historias interesantes en las que la música fue protagonista. Recuerda, Somos canciones. Estamos de regreso a nuestro programa. 4s Qué podemos hacer con los niños que no entienden la dependencia, que crean las tecnologías e interactuar con ellos? Un niño que no tiene una pantalla se aburre y un niño aburrido molesta. Si tú no estás dispuesto a interactuar con tu hijo es porque a lo mejor prefieres estar haciendo otras cosas mirando tu propia pantalla. Por ejemplo, vemos familias enteras pegadas al móvil y lo que está pasando es que cada uno está gestionando su propia adicción. Todo el mundo sabe que las tragamonedas son malas, que la heroína es mala. Pero con Twitter, con Slack, con Facebook no lo saben. Entre otras cosas porque también se han convertido en herramientas de productividad. Entonces yo, que soy periodista, cuando veo el Twitter es porque necesito tener la información. La peluquera en el Instagram estará mirando cómo se lleva el pelo. Siempre hay una excusa para todos. La adicción es la misma, pero cada uno juega distinto y nos decimos que no es una adicción, sino que estás al día y que eso aumenta tu productividad. Nos podríamos calificar como adictos tecnológicos. No somos adictos a la tecnología, somos adictos al chute de dopamina que ciertas tecnologías han infiltrado en sus plataformas. Esto no es un accidente, es deliberado. Hay un señor que da clases en Stanford a quienes montan startups para generar ese tipo de adicción. Hay consultores en el mundo que van a las empresas para explicar cómo provocarla la economía de la atención. Utiliza la adicción para optimizar el tiempo que pasamos delante de las pantallas. La adicción también la generan especialistas con la comida y los contenidos en torno a ésta. Como cuenta en su libro, nos manipulan con los olores, los ingredientes y nos culpamos por carentes de voluntad y de autocontrol. Es casi un ciclo de maltrato porque la empresa contrata a 150 genios para crear un producto que te produce adicción instantánea. Te hackean el cerebro para que la combinación exacta de grasa, azúcar y sal le genere bienestar. Pero como no aporta nutrición al cuerpo, nunca se te pasa el hambre y tienes una especie de cortocircuito. Tu cerebro te está diciendo dame más, esto es bueno, pero el resto de tu cuerpo dice tengo hambre. Como el anuncio de Pringles Wants You pop, You can stop. Cuando haces pop, ya no hay stop. Lo cual es absolutamente cierto. Porque abro un frasco y hasta que no me lo he comido entero, no puedo pensar en otra cosa. Luego ellos te dicen Bueno, esto es porque tú eres un cerdo, tienes gula. El pecado de la gula. Como no sabes controlar, te voy a vender un producto que puedes comer y comer y no te va a engordar. Los yogures Zero, la Coca-Cola Zero ganan por todos lados y la culpa es parte de ese proceso. Ahora mismo en Silicon Valley hay un montón de gente que hace aplicaciones para que pases menos tiempo usando las otras aplicaciones. Ese es el yogurt. ¿Esta toma de conciencia, de comprender cómo funciona, ayuda es el primer paso? Pienso que sí. Y también darte cuenta de que tu adicción no tiene que ver con el contenido de las aplicaciones. No eres adicto a las noticias, eres adicto al Twitter, no eres adicto a la decoración de interiores, eres adicto al Pinterest, no eres adicto a tus amigos ni a sus maravillosos hijos cuyas fotos postean. ¿Eres adicto al Instagram? La adicción la genera la aplicación y cuando lo entiendes empiezas a verlo de otra manera. No es falta de voluntad. Están diseñadas para ofrecerte loops de dopamina que te dan una satisfacción inmediata y te arrastran de cualquier otra cosa que no te la da, como por ejemplo jugar con tu hijo, pasar un rato con tu pareja, irte al campo o terminar un trabajo. Estas actividades requieren una curva porque hay satisfacción, pero no es inmediata. De todo lo que cuentas manipulaciones, vigilancia, adicciones. ¿Qué es lo que más te atemoriza? Lo que más me preocupa es la facilidad con la que se convence a la gente de que renuncie a sus derechos más fundamentales y que llegue a decir a quién le importan mis datos. ¿A quién le importa dónde he estado cuando hace 40 años había gente muriendo por el derecho a reunirse con otros sin que el gobierno supiera quiénes eran? Por el derecho a tener conversaciones privadas en la intimidad o el derecho de que tu empresa no sepa si en tu familia hay un enfermo de cáncer. Nos ha costado mucha sangre conseguirlo y ahora lo estamos abandonando con una ligereza que no es natural. Es implantada y alimentada por un ecosistema que se beneficia de esa ligereza. Cuando uno manda un correo sabe que lo pueden leer, ¿pero es verdad que pensamos a quién le va a importar lo que escribo? ¿Importa de verdad? Realmente no le importa a nadie hasta que le importa porque todo ese material queda almacenado y si está disponible para el gobierno, este tendrá herramientas para contar cualquier historia sobre ti sin que lo puedas rebatir. Puede decir que tales días estuviste con cierta persona y tú no sabes ni dónde estabas ni quién es esa persona. Pero los datos lo cuentan y probablemente son ciertos, pero la historia no lo es. Si el gobierno te quiere meter preso porque haces un fanzine que no le gusta, puede buscar la manera de vincularte a un terrorista como Pues a lo mejor tus hijos fueron juntos al colegio durante un tiempo y puede demostrar que las matrículas de tus carros, es decir, tu vehículo y el de la otra persona, coincidieron una y otra vez en la misma carretera durante tres años. En ese sentido, tus datos son peligrosos. Dices en el libro que cada día se generan 2,5 quintillones de datos, en parte enviando colectivamente 187 millones de correos y medio millón de tweets, viendo 266.000 horas de Netflix, haciendo 3,7 millones de búsquedas en Google o descartando 1,1 millones de caras en Tinder. ¿Qué pasa con todo eso? Estamos obsesionados con nuestros datos personales, mis fotos, mis mensajes. Pero el valor real es estadístico, porque tus mensajes, más los de 3 mil millones de personas más, le dicen a una empresa o a un gobierno quiénes somos colectivamente. Ellos los utilizan primero para poner personas susceptibles a disposición de los publicistas y segundo, para crear predicciones, porque este es un mercado de futuros. Saben que cuando en un país de ciertas características sube el precio de la electricidad entre un 12 y un 15% pasa tal cosa. Pero si sube entre un 17 y un 30%, pasa otra. Las predicciones sirven para manipular e ir ajustando tus actividades para saber, por ejemplo, cuánto puedes putear a la población con el precio de las cosas antes de que se te revelen o se te empiecen a suicidar en masa, como lo que estalló en Chile, que empezó con una pequeña subida en el precio del pasaje de metro. Pero la gente siguió protestando. A lo mejor el gobierno chileno no lo está procesando de esa manera, pero Facebook lo está haciendo. Google lo está haciendo porque toda la gente que está en la calle tiene el móvil en el bolsillo y lo han llevado durante los últimos años de su vida. Facebook sabe en qué barrios han pasado, qué cosas y por qué. ¿Cómo se reúne la gente y cómo se dispersa? ¿Cuántos policías tienen que llegar para que la manifestación se disuelva sin que haya muertos? Todos los móviles, hablando a la vez, permiten saber cómo puedo hacer lo que quiero sin que se levante la población. Y después predecir lo que pasa para acallarla lo antes posible. Aunque sabemos que el móvil puede establecer dónde estamos y sobre qué conversamos. Quién está dispuesto a prescindir del móvil o de Internet? Cuál es el camino del ciudadano normal? El problema no es el móvil, no es Internet. Todas las tecnologías de las que somos dependientes son las herramientas de la vida contemporánea. Voluntariamente las ponemos en nuestros móviles, pero no requieren de la vigilancia para funcionar ni necesitan vigilarte para darte un servicio. No tienen por qué. Lo que pasa es que la economía de los datos es muy golosa. Es tan jugoso el negocio que lo van a hacer igual. Aunque intentemos poner límites, es muy difícil que un gobierno pare los pies a tecnologías que le facilitan un control tan interesante de la población. Pero la idea es exigir que eso pase, porque no debería ser así. Si ahora mismo desactivas todos los sistemas de geolocalización de tu móvil, te van a seguir geolocalizado, solo que tú no vas a saber dónde estás. Lo único que haces es desactivarlos para ti, igual que cuando en Facebook o en Twitter y bloqueas a alguien para que no vea lo que posteas o lo bloqueas para todos, entonces solo lo ves tú. Y claro, Facebook, lo que pasa en sus centros de datos pasa para ti y para ellos. No puedes bloquear a Facebook porque estás en Facebook. Planteas que frente a las nuevas tecnologías tenemos que rebelarnos y exigir la privacidad, pero no contra las empresas. Es natural que. Aprovechen una fuente de financiación tan barata y gloriosamente efectiva. Lo que no es natural es que un gobierno que está diseñado para proteger los derechos de sus ciudadanos lo permita. Y es que cada vez más gobiernos han llegado al poder gracias a ese tipo de herramientas. Por eso no van a controlarlas, salvo que teman que les quiten el poder con los mismos trucos sucios que usaron ellos. Entonces, qué es lo que hay que hacer? Pienso que empezar a convertir ese tema crucial en un tema político a nivel local y general, es decir, acción colectiva, acción política. Está ocurriendo este debate en alguna parte del mundo, al menos en las primarias demócratas de la campaña presidencial 2020 de Estados Unidos Fue uno de los temas cruciales. Se ha venido debatiendo si estas empresas deben ser gestionadas de otra manera o ser divididas, porque además son monopolio. Sin embargo, en Europa y en Latinoamérica nos hemos hartado de hablar de las fake news desde su efecto de las campañas tóxicas. En España ha habido tres elecciones generales en tres años y ningún político habla de esto. El sistema es nuestro enemigo, entonces estamos integrados y dependemos de sistemas que no sabemos cómo funcionan ni lo que quieren de nosotros. Facebook, Google y otros dicen querer que nuestra vida sea más fácil, que nos pongamos en contacto con nuestras personas queridas, que seamos más eficientes y trabajemos mejor. Pero su objetivo no es ese. No están diseñados para eso, sino para chuparnos datos, manipularnos y vendernos cosas. Nos explotan y encima estamos menos conectados, somos menos felices y menos productivos que nunca porque somos adictos. 3s Muy bien. Espero que les haya gustado esta nota que hemos tomado de BBC, que se inspiró en un conversatorio en el Festival de Cartagena con la periodista española Marta Peirano. Esta nota se llama La economía de la atención. Somos menos felices y menos productivos que nunca porque somos adictos. Les vamos a dejar en las notas de este show el link exacto para que consulten esta nota y por supuesto, le damos el crédito respectivo y las gracias a BBC. 3s Si te gustó lo que escuchaste, por favor compártelo con un amigo, con un familiar, con un colega, con un compañero de trabajo. Yo sé que le va a servir esta información. Igualmente, si no lo has hecho, te pido el favor nos dejes una buena reseña en tu directorio de podcast preferido. 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